lunes, 26 de diciembre de 2011

El otro día tuve follón con la prima hermana de Ramsés

¿Recordáis esos tiempos en los que ser educado era algo tan normal como loable? Yo viví por un breve periodo de tiempo esa época. Para mi desgracia, esa época pasó, y en mi barrio lo más educado que te puedes encontrar es alguien brindándote el pedo que se acaba de tirar justo a tu lado. Y esto no se limita a la juventud, no. El otro día tuve bronca con una vieja cuando fui a hacer mi compra semanal al supermercado. Tan campante iba o con mis litros de whisky, mis patatas y mis revistas porno que no vi venir aquel incidente aquella buena mujer.


Total, estoy en la cola del supermercado esperando para pagar y una señora se pone a rebuscar en su bolso. A los pocos segundos comienza a murmurar "¿dónde está mi pintalabios?". Hasta hace menos de 30 segundos me parecía una vieja apacible, como cualquier otra. Pero seguí escuchando los murmullos, que iban subiendo de tono. Decía, primero para sí misma y más tarde para todo el que quisiese ver aquel espectáculo "panda de hijos de puta... Si ya sabía yo que éste era un barrio de delincuentes. Si mi marido levantase la cabeza...". Y después de eso, a voz en grito, se dirigió a mí y empezó a gritar "ha sido ése". Yo, que parece ser que no escarmiento, intenté razonar con ella. Le dije "¿y en qué se basa, buena señora, para dirigirme tal acusación?". Lo cierto es que el lenguaje fue un poco más soez, pero eso es lo de menos. Su contestación fue la siguiente: "todos los jóvenes sois delincuentes, y si lleváis chaqueta de cuero más". Ése fue el momento justo en el que me di cuenta de que no se puede razonar con una mujer despechada por la pérdida de un pintalabios (y más loca que un cubo de grillos, dicho sea de paso). 


Continuó diciendo "dámelo o llamo a la policía". A lo que yo contesté: "diga que sí, señora. Y que le manden al Inspector Gadget" - "¿Te estás riendo?" - "No, señora, en ningún momento se me pasaría por la cabeza tal cosa. Mejor que llamen al Equipo A". Pues se ve que la señora era más de Rocky, porque la emprendió a golpes (por llamarlo de alguna manera) conmigo. Yo no supe cómo reaccionar. Si hubiese tenido un poco más de fuerza la buena señora la habría dado tal hostiazo que le habría juntado la nuca con los talones, pero simplemente no supe qué hacer... Hasta que me escupió. Una cosa es que me quiera pegar con esas manos roñosas de momia ahumada, y otra emprender una guerra bacteriológica, la cuál no podía ganar. De mi boca salió una cosa verde, más parecida a un primo lejano de Alien que a un moco. Su cara, arrugada como el muñeco de Michelín cuando se agacha a atarse los cordones, se volvió tersa, y ¿por qué no decirlo?, verde fosforescente, por obra y gracia de mi gargajo santo. Fue tal el impacto que la señora llegó a caer al suelo de espaldas. Mis últimas palabras hacia ella fueron "ahí se muera, vieja del demonio".


 Yo, sin más que decir, me largué de allí nada más oí el crujir de su cadera haciéndose polvo contra el suelo. Lo último que supe es que a la vieja le dio un ataque de tos y murió a la semana siguiente, allí donde hacía pocos días me gritó, golpeó y escupió sin ver venir las consecuencias. Creo que le llevaré su pintalabios al nicho, que no robé yo, sino que se le cayó al ir a coger la tarjeta de puntos y recogí yo al día siguiente, cuando me agaché a recoger una moneda de 20 céntimos.

1 comentario:

  1. Jajajaja nunca se donde acaba la realidad y empieza la ficción en tus historias (o si son totalmente ficción) pero me encantan, eres un crack!

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