Recuerdo cómo, hará ya más de un año, me ingresaron en un hospital. Lo primero que me hicieron fue pesarme y medirme. O sea, de primeras me despeloto, ¿en qué pensión hacen eso? Luego la enfermera me dio un vasito y me dice "necesitamos una prueba de orina" y aclara "el vasito es para que mees dentro". No, yo pensaba en mearte encima y ya te llevas la prueba puesta. Luego recuerdo a la mañana siguiente un análisis de sangre a traición. Dos enfermeros entraron como dos sombras en mi cuarto, pero yo me desperté a tiempo. "No te vamos a hacer daño", decían mientras se relamían. Me parece bien que den trabajo a los vampiros, pero no de enfermeros, joder.
Así que después del pinchazo (que me dolió más en el alma que en el brazo) me trajeron la comida. Eso sí, era de postre, café y puro. Me gustó tanto que les pedí una palangana para vomitar. LA PEOR MIERDA QUE HE PROBADO EN MI VIDA. Joder, que mi madre tiene un robot de cocina, pero ¿estos a quién tienen en la cocina, a Terminator? Si me hubieran dado a probar el felpudo de la entrada seguro que sabría mucho mejor. Luego decidí darme un paseo por geriatría, para aliviarme y pensar que yo no era el que peor estaba de ese hospital. Al llegar vi una montonera de pañales. "Me habré equivocado, esto será el ala infantil" pensé, pero no, era geriatría. Al entrar vi un grupo de viejos jugando al tute. De pronto uno salta "órdago a la chica" y otro le respone "bingo". Ahí fue cuando me sentí aliviado. De pronto una vieja dice "vamos a morir todos". La vieja estaba como una puta cabra. Si no fuese un cabrón sentiría pena de ella, pero sí lo soy, así que me dio por descojonarme al ver las caras de pánico de los viejos ante el comentario de la señora, esa a la que recordaré como la puta vieja que me alegró el día.
Después, para hacer la gracia, en la hora de visitas usurpé la identidad de mi compañero de cuarto. Aproveché que estaba fuera por no sé qué prueba urgente. Cuando entró su familia, estando yo tapado hasta la cabeza, les grité "fuera de aquí, buitres, queréis que me muera para quedaros con mis cosas". Su familia huyó entre aterrorizada e indignada. Al mirar la ficha me di cuenta de que solo tenía apendicitis. Cuando llegó a la habitación le dije que su familia le dijo que era la oveja negra y que no se molestase en volver por su casa, que le odian. La familia tampoco volvió por el hospital por lo menos en lo que yo estuve allí. Me pregunto si lo habrán perdonado o si todavía se tiene que tomar las uvas de fin de año solo, en un cuartucho de un motel, pero me caía gordo. Era de esas personas que nada más verlas te das cuenta de que es un gilipollas, cosa que se confirmó cuando vi que su familia no le traía ningún regalo, ni siquiera un tapete con una frase tipo "ponte bien, majete".
Debieron enterarse las enfermeras, porque rápidamente querían largarme de allí. Y a mí nadie me echa, me fui yo solo. Jodido, sí, pero triunfante. A fin de cuentas echaba de menos una cama que no estuviera compuesta por un saco lleno de piedras, y también echaba de menos una comida decente. pero antes de irme dejé una prueba de mi estancia allí: Un "Aquí cocinan con arsénico" grande y legible grabado en la pared, con un rotulador permanente.
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